LA SEGURIDAD CIUDADANA DEBE SER PREVENTIVA Y NO
REPRESIVA
Sobre la base de los dos interrogantes propuestos se puede edificar una alternativa al actual modelo. Para ello es preciso redefinir el concepto de seguridad y asociarla a principios como la libertad, la justicia social, la participación ciudadana y la igualdad. Pero antes de esto, para construir un concepto democrático de seguridad es preciso redefinir el concepto de ciudadanía.
Partimos de la base de que no todos los ciudadanos tenemos las mismas necesidades en materia de seguridad, como en muchos otros ámbitos de la vida. Cada colectivo tiene una percepción distinta de lo seguro y de lo peligroso. Por ejemplo, en un barrio céntrico de una ciudad conviven ancianos, pirañas, prostitutas, personas sin hogar, etc. Las vivencias y necesidades de unos y otros van a determinar su percepción de la seguridad, que en más de una ocasión será completamente opuesta: no es infrecuente que lo que para un colectivo suponga seguridad, para otro pueda producir inseguridad.
La importante carga subjetiva que influye en la seguridad se ha puesto de relieve en las encuestas de victimización realizadas en la presente década en el Distrito de San Isidro, y Lima metropolitana.
Numerosas investigaciones demuestran que el sentimiento de inseguridad tiene escasa relación con el riesgo objetivo o con las experiencias de victimización y depende en gran medida de otros factores como:
Condiciones personales (edad, sexo,...). Estudios
de victimización concluyen que las personas ancianas tienen muchas menos
probabilidades de encontrarse con el peligro que las jóvenes, sin embargo se
sienten generalmente mucho más inseguras.
Condiciones sociales (entorno del trabajo, lugar donde reside, donde frecuenta
y quienes lo frecuentan, redes de socialización y hábitos de vida.
Mayor o menor vulnerabilidad al mensaje de los
medios de comunicación de masas. Los medios de comunicación son uno de los
responsables del creciente sentimiento de inseguridad que se respira entre los
habitantes de las grandes ciudades. Un ejemplo clarifica esto: Italia, hace 100
años poseía una tasa de homicidios por 100.000 habitantes similar a la que
actualmente posee el país más violento del Mundo: Colombia. Esto refleja que la
sociedad italiana es ahora mucho menos violenta que lo era hace un siglo y, sin
embargo, la percepción del ciudadano es totalmente la contraria. Se puede
aplicar aquí la frase "lo que no está en los medios, no existe"
y lo que aparece en ellos se percibe como habitual.
Las políticas de seguridad, para que sean
verdaderamente eficaces y respetuosas con los derechos de todas y todos los
ciudadanos han de construirse sobre el reconocimiento de las diferentes
necesidades de cada colectivo en esta materia. Porque, actualmente en este
modelo pretendidamente objetivo, ¿quién se ocupa de la seguridad de los
vagos, de las prostitutas de la calle o de los chicos y chicas adictos a todo
tipo de drogas, gente de mal vivir, huérfanos que tienen que malvivir o morir
en las calles sin la sustancia de seguridad.
Se impone por tanto concebir la seguridad ya no
como la defensa de unos ciudadanos frente a otros, sino como un gran
"pacto de convivencia" en el que todos los colectivos tengan cabida.
Aquí es importante la labor de mediación de las instituciones locales y de las
asociaciones.
Nuestro sentimiento de inseguridad tiene mucho que
ver, además, con la ruptura de la comunicación interpersonal o intergrupal, con
el estilo de vida poco comunitario que impera en nuestra sociedad y que está
llevando a los ciudadanos a abandonar paulatinamente los espacios públicos.
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